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Annie Leibovitz y sus asistentes en el edificio Chrysler (Photo by John Loengard, 1991)
 
Fotógrafas de prensa
El 4 de marzo de 1888 se incluyó por primera vez una fotografía en el periódico neoyorkino Daily Graphic. Sin embargo, en España la primera fotografía había sido publicada en el Diario de Valencia en 1852. Se trataba de un daguerrotipo realizado por Pascual Pérez Rodríguez. En cualquier caso, no sería hasta el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales o de entreguerras, cuando eclosionó aquel embrión del fotoperiodismo.

A finales del siglo XIX se desarrolla la prensa rotativa y se inventa la linotipia. Ambas tecnologías serán claves para las tiradas diarias de los periódicos y la posibilidad de incluir fotografías en ellos. En 1925, Ernst Leitz presentó su cámara Leica I de muy fácil manejo y portabilidad y en 1930 aparecieron los primeros flashes de bombilla. Estos nuevos dispositivos permitieron que el fotógrafo llevara muy poco peso, facilitando la captura de la imagen al instante y su divulgación en un tiempo record.

Eva BesnyöAlemania no solo disponía de empresas fabricantes de cámaras y objetivos de buena calidad (Leitz y Zeiss), sino de una producción editorial sorprendente. En 1927 circulaban en Alemania más de 4.700 periódicos y revistas semanales. El jefe de redacción del periódico Münchner Illustrierte, Stefan Lorant, tuvo la idea de contar una noticia mediante una serie de imágenes, lo que hoy llamamos reportaje gráfico o fotorreportaje. El fotógrafo Erich Salomon mejoró considerablemente esta idea en la revista Neuer Berliner Zeitung cuando entró como redactor jefe en 1931. Desde 1927, tenía la fama de conseguir fotografías "robadas" con numerosas tretas e imaginación. Una vez cubrió la noticia del juicio de un asesino de policias con una cámara escondida en su sombrero bombín. En ese mismo periódico trabajaba en 1930, la jovencísima Eva Besnyö (1910-2002). Acababa de llegar de Hungría, donde fue vecina de un desconocido Endre Friedmann (que después se convertiría en Robert Capa) y a quien le transmitió su pasión por la fotografía. En 1931, se estableció por su cuenta y trabajó para la agencia Neofot Picture, pero ante el acoso nazi, tuvo que huir a Amsterdam en 1932.

Gisele FreundEn 1928, vió la luz la revista francesa Vu, que presentaba los reportajes con muchas fotografías en una misma página, en contra de los cánones vigentes establecidos por L´Illustration: una foto por página. Lucien Vogel fue su primer director. En 1932, Henri Cartier-Bresson publicó su primer reportaje en esta revista. Vu fue una de las pocas publicaciones que advirtieron abiertamente del peligro de Hitler, mostrando un reportaje gráfico de los primeros campos de concentración alemanes, en mayo de 1933. Aquel año, Gisèle Freund (1908-2000) llegó a Francia huyendo de los nazis, con numerosos negativos ocultos en su cuerpo. A pesar de su juventud, fotografíó con maestría las revueltas demócratas de mayo de 1932 en Franckfort en contra del nazismo. La cámara Leica que utilizó se la regaló su padre cuando Gisèle tenía 10 años. Ya en París, comenzó a interesarse por retratar a escritores y artistas, afición que mantendría a lo largo de su vida.

Las publicaciones gráficas tuvieron mucho éxito y fueron muchas las que adoptaron el fotorreportaje como método para relatar las noticias. Esta nueva técnica periodistica atravesó el Atlántico y fue adoptada por conocidas revistas como estadounidenses como Vogue o Harpeer´s Bazaar. Life lo hizo desde su fundación por Henry R. Luce, en 1936.

Con el fotorreportaje nacieron los fotorreporteros...y las fotorreporteras. Muchas de las mujeres que se dedicaban a la fotografía en aquella época de entreguerras comenzaron a salir a la calle y realizar sus primeros reportajes. Muchas de estas publicaciones optaban por no tener fotógrafos en nómina y la figura del fotorreportero free-lance era muy común. Los free-lance eran autónomos en el más amplio sentido de la palabra. Tomaban las fotografías, las revelaban e iban después tocando a la puerta de cada revista, intentando venderlas. Pronto tuvieron que servirse de las agencias de noticias para dedicarse a tomar fotografías y no perder tiempo en ir vendiéndolas por las publicaciones. Las revistas más prestigiosas optaban por tener en nómina a grandes fotógrafos, como signo de calidad y prestancia de su publicación. Este era el caso de Vogue y Life. La irrupción del color con las primeras películas Kodakchrome y Agfacolor, entre los años 1935 y 1936, hacen a estas publicaciones aún más atractivas.

Dorothea Lange, (ver artículo de documentalistas) fue una de las exponentes más destacables del género documental. Lange animó a Consuelo Kanaga (1894-1978) a dedicarse a la fotografía profesional. Desde 1915, Kanaga trabajaba entonces como cronista del periódico San Francisco Chronicle. A veces realizaba también fotografías para cubrir la noticia. En 1922 se trasladó a Nueva York para trabajar como fotorreportera en el periódico New York American. Se puede decir que fue la primera mujer fotorreportera de la que se tiene noticia. En Nueva York, Kanaga conoció a Stieglitz y participó en varias exposiciones del Grupo f/64. Sobre todo destacó por la labor de documentación de la vida de la población negra americana. En 1931, contrató al afroamericano Eluard Luchell McDonald como chófer y asistente. Comenzó a fotografiar a él y a su familia. La fuerza de estas fotografías y la lucha de los afroamericanos por la igualdad le impresionaron tanto que mantuvo su apoyo contra el racismo hasta el final de su vida.

El crack bursátil de 1929 había marcado el comienzo de un periodo convulso, que dió el pistoletazo de salida de una intensa labor de fotoperiodismo y de documentación gráfica. En Estados Unidos, son varias las mujeres que salen a la calle a fotografiar la cruda realidad de las consecuencias directas de la ruina financiera de este país. En 1932, la citada Dorothea Lange viajó a los Estados afectados por la Dust Bowl, donde fotografíó la horda de agricultores sin tierra que emigraban a las vegas de la costa oeste de Estados Unidos.

Hansel MiethEntre aquellos jornaleros viajaba el joven matrimonio formado por el fotógrafo Otto Hagel y Hansel Mieth (1909-1998). Ambos emigraron a Estados Unidos en 1930 desde Alemania. A su llegada, el país estaba en plena depresión y se ganaron la vida como jornaleros durante varios años. Con una Leica de segunda mano fotografiaron la vida en estos campos. En 1935, se trasladaron a San Francisco y fotografiaron las mismas calles llenas de indigentes y parados que fotografió Lange unos años antes. La pareja vendía directamente sus fotografías a la prensa y pronto llamaron la atención de Lange y del Grupo f/64. Sin embargo, a Mieth le gustaba más el reportaje que la documentación y fue una de las dos únicas mujeres que entraron en la nómina de Life (la otra era Margaret Bourke-White). Mieth perdió su trabajo en Life en los primeros años 50, al negarse a delatar a sus amigos. Fue citada por el Comité de Actividades Antiamericanas y rehusó a declarar, por lo que fue incluida en la lista negra y "sus amigos de siempre" le dieron de lado.

La fotografía publicitaria, tal y como la conocemos hoy en día, comenzó en la década de 1920, pero es en la década de los años 60 cuando cobra más importancia. La fotógrafa Louise Dahl-Wolfe (1895-1989) fue pionera en mostrar a las modelos en exteriores, aprovechando la luz natural mediante reflectores. Entró en el mundo de la fotografía gracias a Anne Brigman (1869-1950), una fotógrafa del grupo Photo Seccesión. Louise trabajó desde 1936 hasta 1958, como fotógrafa en la revista estadounidense Harper´s Bazaar. Desde 1958 hasta su retiro en 1960, trabajó como freelance para Vogue, Sports Illustrated y otras. Su marido, el escultor Mike Meyer Wolf fue responsable de las escenografías de sus fotografías de moda. Aunque ella prefería el retrato, se la conoce más por su creatividad en la forma de presentar a sus modelos. De ella aprenderían los famosos fotógrafos de moda Richard Avedon (1923-2004) y Milton H. Greene (1922-1985), quien fue su asistente en la década de los 40.

Las chicas son guerreras

El interés por fotografiar los conflictos bélicos ya había llamado la atención de los fotógrafos, mucho tiempo antes de la II Guerra Mundial. La primera guerra de la que existe constancia fotográfica fue la de Crimea en 1853, donde se utilizaron daguerrotipos que se pasaban a grabados, como si de un cuadro se tratara. Cubrir una guerra como la de Secesión estadounidense, la I Guerra Mundial, la guerra de Marruecos, etc.... suponía cargar con un equipo fotográfico muy pesado y en unas condiciones de luz extremas. El uso del flash de polvo de magnesio no se generalizó hasta 1880 y no podía ser utilizado en el campo de batalla porque su destello podía ser detectado por el enemigo. En consecuencia, las primeras imágenes de guerra fueron simulaciones de combates o sus consecuencias.

La Guerra Civil española (1936-1939) atrajo a muchos periodistas y fotógrafos. Esta fue la primera profusamente registrada en los periódicos y en la radio, los principales medios de comunicación de la época. La cobertura de esta guerra no tenía precedentes. Ya en julio de 1936, el tamaño de las cámaras fotográficas había sido reducido a la mínima expresión. Leica llevaba varios años en el mercado y Zeiss acababa de sacar su famosa Contax II. Aquellos equipos fotográficos tan livianos permitieron aproximarse al lugar de la noticia como nunca antes se había hecho. Por otra parte, los editores se dieron cuenta del impacto que esas fotografías producían en la opinión de los lectores ...y también del aumento que provocaba en sus ventas, por lo que fue la primera guerra con una gran cobertura gráfica.

No se conoce ninguna reportera española que cubriera esta guerra, aunque fueron varias las que vinieron de otros paises. La veterana Tina Modotti (ver fotógrafas artistas) se encontraba en España desde 1934. En 1937 se alistó al Quinto Regimiento de las Brigadas Internacionales con el apodo de María. Estas Brigadas estaban integradas por voluntarios extranjeros que venían a luchar por la democracia y la libertad, frente al nacionalcatolicismo que enarbolaban los militares sublevados, doctrina muy similar al fascismo italiano y alemán.

Kati Horna (1912-2000) llegó en 1937 para realizar trabajos propagandísticos para el gobierno republicano. Esta húngara llegada de París, realizó numerosas fotografías de la Guerra Civil para la prensa anarquista y para posters de propaganda de la República. No llegó a fotografiar el frente, por eso no llegó a sustituir su Rolleiflex, una cámara de formato 6x6 y 12 exposiciones, bastante inapropiada para escenas de guerra. Sin embargo, retrató con acierto el drama de la retaguardia. En la revista Umbral, conoció al pintor andaluz José Horna con quien huiría hacia París cuando el gobierno republicano fue derrotado por las tropas del general Franco, en 1939. Consiguieron huir con una caja de hojalata conteniendo una selección de 270 negativos. En 1979, reinstaurada la democracia en España, Kati vendió al Ministerio de Cultura español el contenido de esta caja perfectamente ordenado y con los pies de fotos mecanografiados por ella.

Pero es en la primera oleada de fotorreporteros, cuando llega Gerda Taro (1910-1937) acompañada de Robert Capa.

Gerda TaroGerta Pohorylle era una alemana de origen judio que emigró a París, poco después de la subida al poder de Hitler, en 1933. En París, conoció a Ernö Endré Friedman, un fotógrafo freelance húngaro, quién se entusiamó por la fotografía gracias a Eva Besnyö, una vecina de su Budapest natal. Igual que Gerta, Endré huye de Berlín en el mismo año que ella.

En el verano de 1935, se van con unos amigos comunes a la isla de Santa Margarita, en Cannes. Allí se enamoran y deciden trabajar juntos. Endré, que ahora se hace llamar André, le enseñará fotografía a Gerta y ella le asesorará en los aspectos comerciales, aprovechando sus conocimientos adquiridos en la agencia Alliance Photo, donde trabaja. El olfato comercial de Gerta le mueve a crear una estratagema ante la escasa acogida de las fotos de André, inventando la figura de un fotógrafo norteamericano llamado Robert Capa, cuyo asistente de laboratorio sería André. El nombre Robert procedía del actor favorito de Gerta, Robert Taylor, mientras que Capa procedía del director de cine Frank Capra. Gerta también decidió cambiar su propio nombre por el de Gerda Taro, en honor a la actriz Greta Garbo. En su libro Gerda Taro fotógrafa de guerra, Fernando Olmeda viene a decir que Gerda Taro era la cabeza pensante de la pareja y que, entre otras cosas, fue quien inventó a Robert Capa.

La pareja actuaba como representante del supuesto Robert Capa, lo que les permitía vender sus fotografías al triple de su valor usual. El engaño duró poco. El director de la revista Vu, Lucien Voguel, lo descubrió cuando publicó, con mucho éxito, unas fotografías firmadas por Robert Capa, que él sabía que fueron tomadas por André. No obstante, ambos mantuvieron estos nombres porque empezaban a ser muy conocidos.

Gerda aprendió rápidamente a manejar las cámaras Leica y Rolleiflex. Desde el 4 de febrero de 1936, dispuso de una acreditación de prensa que le permitió legalizar su situación en Francia. El 5 de agosto de 1936, Capa y Taro llegaron por primera vez a España, cuando la guerra civil apenas había empezado hacía dos semanas. Su inclinación política los lleva a intimar con la República, que les facilita un grupo de milicianos como escolta. La inexperiencia de ambos fotógrafos les lleva a lugares donde los combates no había empezado o ya habían finalizado y sus primeros reportajes son escenificaciones realizadas por los milicianos que los acompañaban. En este primer viaje, Capa realiza la famosa fotografía Muerte de un miliciano, en el Cerro Muriano, Córdoba.

Gerda realizará cinco viajes a España, tres de ellos con Capa y dos en solitario. Es dificil establecer la autoría de las fotografías porque ambos se intercambian las cámaras, aunque las primeras van firmadas por Capa. A principios de 1937 decidieron crear el sello Capa y Taro y así lo hacen en las fotos que remiten desde España, en marzo de 1937. Por esas fechas, Capa regresa a París y Taro se queda en España. Acepta encargos de otras revistas y firma como Taro. Se siente más independiente y se integra en los batallones de las Brigadas Internacionales por su conocimiento de los idiomas alemán y francés.

En el primer aniversario de la guerra española, el 18 de julio de 1937, Gerda está en París y disfruta de su éxito como reportera de guerra. Los números especiales de Ce Soir y Regards incluyen fotos suyas firmadas como Taro. Se siente una fotorreportera profesional y tiene ganas de seguir cubriendo la guerra. Vuelve a Madrid y se aloja donde siempre, en el palacio de Zabálburu, sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Allí se alojan la mayoría de los intelectuales que apoyan a los republicanos. Va y viene cada día al frente del río Guadarrama, apenas a 25 kms. de Madrid. Allí, la Legión Cóndor está bombardeando sistemáticamente las posiciones republicanas. Un día antes de partir para París, el domingo 25 de julio, Gerda le pide a Ted Allan, un comisario político que controla una unidad médica, que le acompañe hasta Brunete, al otro lado del río Guadarrama. Brunete es un punto estratégico para dominar Madrid y las tropas del general Franco ya lo han conquistado, sirviéndose de aviones alemanes e italianos. Gerda y Allan no lo saben y llegan andando al frente. Después de tomar numerosas fotos desde una trinchera se retiran y se topan con un coche que está evacuando heridos. Ambos se suben a los estribos y Gerda deja sus cámaras a la persona que ocupa el asiento delantero. Cerca de Valdemorillo sufren un nuevo ataque aéreo y un tanque descontrolado golpea la parte delantera del coche. Allan y Gerda caen a la carretera, con tan mala suerte que el tanque aplasta a Gerda. Las heridas son graves y es operada sin anestesia. Gerda muere en la madrugada del 26 de julio de 1937, justo seis días antes de cumplir los 27 años. Tristemente, fue la primera mujer reportera de guerra y también la primera en morir en la zona de combate. Los últimos negativos de la batalla de Brunete aparecieron con el resto del material encontrado dentro de la famosa maleta mexicana descubierta por el director de cine mejicano Benjamín Tarver en 1995.

Therese BonneyLa II Guerra Mundial comenzó a los seis meses de terminar la Guerra Civil española. Cuando se generalizaron los combates, fueron muchas las mujeres que pidieron ir al frente o que se fueron por su cuenta, a pesar del riesgo real de muerte. Este fue el caso de Lee Miller, quien a pesar de los ruegos de amigos y familiares para que se marchase a Estados Unidos, decidió quedarse para cubrir los bombardeos alemanes sobre el Reino Unido. En diciembre de 1942, consiguió una acreditación de la Armada estadounidense como corresponsal de guerra para la revista Vogue, donde trabajó en su juventud. Sus fotografías documentaron con realismo, tanto la vida de las mujeres en la retaguardia, como los horrores de los campos de concentración. Es famosa la fotografía que le hizo su colega David E. Sherman en la bañera del apartamento de Hitler en Munich, al final de la guerra.

Therese Bonney (1894-1978) también optó por el fotorreportaje, después de su experiencia como fotógrafa publicitaria. Bonney viajó a Finlandia en noviembre de 1939, para cubrir los preparativos de los Juegos Olímpicos, que se celebrarían al año siguiente y allí le sorprendió la invasión rusa. Fue la única reportera que se encontraba en Helsinki y realizó un buen número de fotografías en el frente de la conocida como guerra de Invierno. En mayo de 1940, le ocurrió algo parecido en Bélgica. Sin planificarlo, se encontró en la Batalla de Mosa (Meusse), en la que las tropas alemanas comenzaron a invadir Francia. Debido a la calidad de sus fotografías, Bonney recibió el encargo de recorrer Europa. Durante el año 1941, viajó por Portugal, España, Francia, y otros países, fotografiando la situación de las mujeres, niños y ancianos. En 1943, publicó el libro Europe´s children (Niños de Europa), donde retrata con crudeza la situación de los niños en guerra.

Dickey ChapelleDickey Chapelle (1919-1965) fue otra norteamericana que se lanzó a la difícil profesión de reportera de guerra. Aprendió fotografía gracias a su maestro y después marido, Tony Chapelle. A pesar de su escasa experiencia como fotógrafa, se las ingenió para ser corresponsal de guerra con los Marines para la revista National Geographic. Con ellos fotografió la batalla de Iwo Jima y Okinawa. Posteriormente, en apenas tres años, cubrió las guerras de independencia de Argelia y las revueltas del Líbano y Hungría. En éste último país fue encarcelada durante las siete semanas que duraron los disturbios y los posteriores bombardeos rusos sobre la población. Con más de 40 años de edad, no dudó en aprender a lanzarse en paracaídas para acompañar a un batallón de paracaidistas en una misión en Vietnam. Fue la primera mujer autorizada por el Pentágono para acompañar a estas tropas. El 4 de noviembre de 1965, patrullando en Vietnam, dentro de la operación Black Ferret, un soldado desactivó frente a ella una bomba trampa y estalló. El impacto le hizo caer y un trozo de metralla le seccionó la arteria carótida. Fue la primera corresponsal en morir en la guerra del Vietnam. No obstante, Margaret Bourke-White (1904-1971) fue posiblemente la reportera de guerra más sobresaliente.

Margaret Bourke-WhiteMargaret Bourke-White se graduó en Biología en 1927, como experta en reptiles, tras pasar por varias Universidades, un matrimonio fallido y utilizar la fotografía para pagarse los estudios. Ese mismo año instaló su estudio fotográfico en Cleveland y antepuso el apellido de su madre, Bourke, como nombre artístico.

Fue la primera mujer que se especializó en fotografía arquitectónica e industrial. Trabajando en las fotografías publicitarias de la fundición Otis Steel Company, fue la primera que utilizó polvo de magnesio, como fuente de luz, para no desvirtuar sus fotografías de las calderas, en las que predominaban los tonos rojos y naranjas.

El editor Henry R. Luce la llamó en la primavera de 1929 para formar parte de la revista Time. La línea editorial de esta revista no satisfizo a Margaret, pero Henry Luce le planteó formar parte de otra revista que tenía en mente. Margaret terminó siendo la primera mujer contratada como fotógrafa (con el permiso de Consuelo Kanaga), para una nueva revista llamada Fortune. En 1930, la revista le envió a Alemania para fotografiar su industria, entre ellas la fábrica de armas Krupp Iron. Una vez allí viajó por su cuenta hasta la Unión Soviética para realizar una serie de fotografías sobre su naciente industria. Su fuerte convinción le valió para vencer la burocracia stalinista y ser la primera persona occidental que fotografió los resultados del Primer Plan Quinquenal para la industrialización soviética. Instaló su estudio en el edificio Chrysler de Nueva York, que fue el exponente del art-deco del momento y allí siguó realizando reportajes de la ciudad y sus edificios. Mientras tomaba una fotografía sobre una de las gárgolas del piso 61 del edificio Chrysler, su asistente Oscar Bennet tomó la famosa imagen, en la que se observa el modo de trabajar de Margaret.

En 1935, la revista Fortune le envía a documentar el Dust Bowl. Al principio, tendía a tomar fotografías de las instalaciones y los edificios destruidos por las tormentas de polvo. Sin embargo, pronto observó las caras de desesperación y angustia de sus propietarios y orientó su objetivo hacia ellos. Parte de este trabajo fue publicado dos años más tarde, en el libro You have seen your faces (Habéis visto sus caras). Desde entonces, Bourke-White tomaría retratos con planos muy cortos, centrando el interés en el rostro del personaje.

En 1936, Henry Luce le propuso entrar en la nómina de Life, una nueva revista gráfica que se estaba preparando, a semejanza de la Vu francesa. Fue la primera mujer que entró en su nómina y fue la primera que tuvo una fotografía de portada. El primer número de Life salió a la calle el 23 de noviembre de 1936 con la impresionante imagen de las obras de la presa Fort Perk, fotografiada por Margaret. A pesar de la Gran Depresión que atravesaba el país, Margaret era la mujer mejor pagada de Estados Unidos.

Estuvo acreditada por Life en la fuerza aérea estadounidense para fotografiar la II Guerra Mundial. Ello le valió el título de primera mujer reportera de guerra, pero este titulo es injusto, considerando que Gerda Taro ya había dado su vida tomando fotografías en la guerra civil española. En cualquier caso, Margaret se convertiría en una famosa reportera. Cubriendo la campaña africana, se salvó de milagro de un ataque con torpedos al buque en el que viajaba. Fotografió la destrucción de la base aérea alemana de El Aouina, cerca de Túnez, por parte de la aviación estadounidense. Después cubrió la campaña en Italia. Tuvo también la suerte de encontrarse en el sitio y momentos oportunos. Cuando se encontraba preparando un libro con su marido en la Unión Soviética, le sorprendió la invasión alemana en 1941. Logró ser la única periodista que fotografió Moscú bajo las bombas alemanas. Su supervivencia ante tantos riesgos le valió el apodo de Maggie, la indestructible. En 1945, acompañó al general Patton para documentar la liberación del campo de prisioneros de Buchenwald.

La misma suerte le acompañó cuando fue a cubrir la creación de los nuevos estados de la India y Pakistan, entre los años 1946 a 1949. Fotografió a Gandhi unas horas antes de su asesinato, aunque Henri Cartier Bresson lo hizo justo una hora antes. Entre 1949 y 1950 estuvo en Sudáfrica fotografiando a los mineros y el régimen del apartheid y en 1952 cubrió la guerra de Korea acreditada por Life. En esta revista continuó trabajando hasta su retiro forzoso en 1961, acosada por la enfermedad de Parkinson.

Solo dos años después de finalizar la II Guerra Mundial, el mundo del fotorreportaje y la fotografía documental pivotaría sobre la agencia Magnum. El 22 de mayo de 1947, los cuatro fotógrafos Robert Capa (1913-1954), Chim Seymour (1911-1956), George Rodger (1908-1995) y Henri Cartier-Bresson (1908-2004) buscaban otra nueva forma de gestionar su obra, fuera de las imposiciones y manipulaciones de las empresas periodísticas. La agencia funcionaría como una cooperativa de fotógrafos, donde los derechos de copia repercutían directamente a sus autores y éstos eran libres de venderlas a otras publicaciones en otros países.

Inge MorarthJunto a estos grandes fotógrafos, en el equipo fundador se encontraba el editor William Vandivert y su esposa Rita, quién fue nombrada primera presidenta de la Agencia. La editora María Eisner ocuparía el puesto de tesorera. María conoció a Capa, a Chim y a Taro en la oficina de la agencia Alliance Photo en París, durante los años de la Guerra Civil española y se hicieron muy amigos. Poco tiempo después de la invasión alemana de Francia, abandonó un campo de refugiados situado en los Pirineos y se exilió a Nueva York. Allí volvió a contactar con sus antiguos amigos Chim y Capa, formando parte del equipo fundador de Magnum. Todos ellos pusieron 400 dólares y empezaron con dos sedes. Actualmente, la agencia tiene oficinas en París, Nueva York, Londres y Tokyo y consta de 70 miembros de pleno derecho.

La primera mujer que entró en Magnum, fue Eve Arnold (1912-2012), en 1951, solo tres años después de terminar un curso de fotografía en Nueva York. Sus fotografías más famosas fueron las tomadas a Marilyn Monroe y a Marlene Dietrich en los descansos de los rodajes, sin pose y sin previo aviso. En 1961 se traslada con su hijo a Londres y desarrolla toda su labor de fotorreportera desde allí.

Inge Morarth (1923-2002) trabajaba en Magnum como editora de su amigo, el fotorreportero Ernst Haas (1921-1986). Allí empezó a interesarse por la fotografía, y con 28 años decidió dedicarse a ello gracias al apoyo de Capa y Cartier-Bresson. Inge se convirtió en fotógrafa de la agencia dos años después de que entrara Eve Arnold. Aprendió chino mandarín para trabajar en el gigante asiático. Junto a Eve Arnold realizó un reportaje sobre el rodaje de la película Vidas Rebeldes de John Houston y allí conoció a su marido, el escritor Arthur Miller, quien había estado casado con Marilyn Monroe. Fotografió muchos países, incluyendo España, donde cubrió los Sanfermines y realizó reportajes de sus viajes por Castilla, Extremadura y el Camino de Santiago.

La década prodigiosa

A mediados de los años 60, la juventud de los países desarrollados se revela contra una estricta tradición cultural, que encorseta excesivamente los valores humanos (religión, familia, trabajo, amigos), pero que al mismo tiempo no deja de provocar conflictos bélicos para proteger ese Estado del bienestar. Bajo la sombra de la guerra fría, las décadas de los 60 y 70 verían la proliferación de contraculturas, como el movimiento hippie, y de conflictos bélicos en Corea, Vietnam, Camboya o Laos. La revolución cultural de los 60 ofreció un nuevo enfoque a la fotografía artistica y supuso una nueva oportunidad para que la mujer se consolidara en la fotografía de prensa.

ColitaLa española Isabel Steva i Hernández (1940), más conocida como Colita, comenzó en 1962 a realizar fotografías de bailarines de flamenco, a raíz de su participación en la película Los Tarantos, del director de cine Rovira Beleta. En ese trabajo trabó amistad con la bailaora Carmen Amaya. Durante dos años, se instaló en Madrid para realizar fotografías publicitarias de los bailaores Antonio Gades y La Chunga. Volvió a Barcelona y se integró en la vida cultural catalana. En 1967 comenzó a realizar fotografías publicitarias para promocionar a los nuevos cantantes protesta contra la dictadura de Franco, que pertenecían al movimiento conocido como Nova Canço. Trabajó como fotorreportera de calle para la prensa catalana, realizando denuncias sobre la vida en los asilos o en los centros psiquiátricos. Su trabajo como reportera gráfica alternaba con la fotografía para el cine. En aquel medio aprendió mucho de los fotógrafos que trabajaron para los directores de cine de la Gauche divine: corriente catalana de intelectuales y artistas de izquierda, que surgió en Barcelona como reacción a la cultura impuesta por el franquismo. Una exposición inaugurada en la Galería Aixelá, en 1971, sobre retratos de los integrantes de esta corriente, fue clausurada a los dos días por la censura franquista. Con la llegada de la democracia, se dedicó a documentar la ciudad de Barcelona. Ahora vive retirada de la fotografía e investiga sobre las fotógrafas pioneras desconocidas para el gran público.

Linda McCartneyLinda Louise Eastman (1941-1998) fue a Arizona a estudiar Historia del Arte. Uno de sus profesores, Hazel Archer, le dijo en una ocasión "toma prestada una cámara, consigue un rollo de película y toma fotografías". Desde ese momento, Linda pensó que la fotografía podía ser una buena opción, sin embargo solo consiguió un trabajo como recepcionista en la revista Town & Country, una publicación dedicada a mostrar la vida de los millonarios.

En junio de 1964, The Rolling Stones visitaron los Estados Unidos por primera vez. Se organizó una recepción a bordo del velero SS Sea Panther y se invitó a una pequeña representación de la prensa. Dos invitaciones fueron enviadas a Town & Country, pero la revista no se interesó por la banda británica. Sin embargo, la hija del dueño de la revista, Christine Berlin, quería asistir a aquella recepción. O bien Christina tiró de su amiga Linda Eastman para que la acompañara o bién, Linda aprovechó la ocasión para apuntarse al evento. En cualquier caso, dió la casualidad de que Linda era la única fotógrafa a bordo del velero y la única que obtuvo fotografías de aquel día. Su reportaje fue adquirido rápidamente por la revista Datebook.

Aquel trabajo le ayudó a lanzarse profesionalmente en el mundo de la fotógrafía y a trabajar para revistas musicales. Se especializó en fotografiar estrellas del pop y del rock del momento. El 11 de mayo de 1968 se convirtió en la primera mujer que publicó una fotografía de portada en la revista Rolling Stone, con una instantánea de Eric Clapton. Linda estaba en el momento justo (los 60) y en el lugar apropiado (la revista Rolling Stone). Socialmente, se incorporó a un clan de periodistas inquietas, que asistian a un importante cambio generacional: Blair Sabol, Robin Richmond o Lilian Roxon. Ellas no eran feministas de manual, pero tampoco se dejaban achantar por el machismo imperante en el negocio del rock.

Linda fue contratada para realizar un reportaje de grupos musicales británicos. Durante su viaje al Reino Unido conoció a The Beatles y entabló el primer contacto con Paul McCartney, con quién se casaría en 1969. Después de su boda y convertida en Linda McCartney, abandonó la fotografía profesional.

La fotógrafa que más destaca en este ámbito de la fotografía publicitaria y de moda es Annie Leibovitz (1949).

Annie LeibovitzAnnie Leibovitz descubrió su amor por la fotografía en el cuarto oscuro de la Base aérea de Filipinas donde fue destinado su padre en la guerra de Vietnam. En 1967 recibió clases de fotografía, al mismo tiempo que estudiaba pintura en el Instituto de Arte de San Francisco. Al final, se decidió por la fotografía, se compró una cámara en Japón y recibió clases nocturnas, donde aprendió la técnica del blanco y negro.

En 1970 consiguió un trabajo en la revista musical Rolling Stone. Su editor, Jann S. Wenner, se quedó tan impresionado con su trabajo que la contrató para formar parte de la plantilla de fotógrafos. En solo dos años consiguió el puesto de jefa de fotografía con tan sólo 23 años. Durante los diez años que estuvo en esta publicación, tuvo varias oportunidades y azares: en 1975 cubrió la gira internacional de los Rolling Stones. El 8 de diciembre de 1980, la casualidad hizo que Annie realizara una sesión de fotos a John Lennon, cinco horas antes de su asesinato. Como no podía ser de otra manera, Rolling Stone eligió una de las fotos más impactantes de esta sesión para su número de enero de 1981: Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono completamente vestida. Por una paradoja de la vida, justo diez años antes, la portada del 21 de enero de 1971, fue una fotografía de John Lennon, fruto del primer reportaje encargado por la revista a una jovencísima Annie Leibovitz.

En 1983 comenzó a trabajar para la revista Vanity Fair, puesto que mantiene hasta la fecha. Con esta revista se ha hecho famosa internacionalmente a causa de varias portadas controvertidas, como la de agosto de 1991 en la que apareció la fotografía del desnudo de la actriz Demi Moore embarazada.

Al final de la década de los 80, compatibilizó este trabajo con la fotografía publicitaria, abriendo su propio estudio en Nueva York. En 1996 fue seleccionada como fotógrafa oficial de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Este trabajo fue publicado en el libro Olympics Portraits, en el que aparecen los retratos de numerosos atletas. En 1999 publicó el libro Women, junto a su pareja, la escritora Sunsan Sontag. Consta de numerosos retratos de mujeres de toda índole y condición.

Su reputada fama como retratista aún continúa, siendo la fotógrafa actual más demandada y mejor pagada del mundo. Después de superar las pérdidas de su pareja y de sus padres que le originaron algunos problemas económicos, ha presentado una colección de 64 fotografías de paisajes de Estados Unidos al que ha titulado Pilgrimage (Peregrinaje). Según sus propias palabras, se considera afortunada si hace cinco buenas fotografías al año, porque el resto son fotografías circunstanciales.

Pilar AymerichPilar Aymerich (1943) tuvo que lidiar en los años 60 y 70 con la censura de la dictadura de Franco en España. Trabajaba como fotorreportera para la agencia CIS y publicaba en varios periódicos españoles. Colaboró mucho para las revistas Triunfo y Cambio 16, que eran las publicaciones más abiertas de esa época. Fue famoso su trabajo sobre los catalanes que estuvieron presos en campos de concentración en la II Guerra Mundial, en colaboración con la escritora Montserrat Roig. Esta escritora se basó en Pilar para crear el personaje de Natàlia en su novela El temps de les cireres. Después de la muerte de Franco en 1975, siguió fotografiando todos los acontecimientos de la calle, que más tarde se convertirían en un documento valioso sobre la Transición española hacia la democracia. Sigue en activo, fotografiando de todo y especialmente retratos.

Las fotorreporteras de guerra que cubrieron la II Guerra Mundial siguieron con su trabajo en otros conflictos mundiales. Junto a este grupo veterano, se incorporaron nuevas profesionales entre las décadas de los años 60 y 70. Destacan tres jóvenes fotorreporteras francesas que hicieron de París el centro del fotoperiodismo mundial en esta época. Suministraban fotografías de todos los conflictos bélicos a las agencias Sygma, Gamma y Sipa, ubicadas en París.

Francoise DemulderFrancoise Demulder (1947-2008) fue una de ellas. Francoise, Fifí para los amigos, era una estudiante de filosofía y modelo ocasional, cuando decidió "fugarse" con su novio a Vietnam, el fotógrafo Yves Billy, para vivir "emociones fuertes". Allí sobrevivieron vendiendo las fotografías que ambos realizaban de la guerra. El 18 de enero de 1976, en los primeros meses de la guerra civil libanesa, se produjo la expulsión de los palestinos del barrio de Karantina (Quarantaine) por los falangistas cristianos. Francoise realizó allí una fotografía con la que obtuvo el prestigioso premio World Press Photo, convirtiéndose así en la primera mujer que ha obtenido el preciado galardón. A estos trabajos le siguieron Cuba, Pakistán, Oriente Medio,... Su amistad con el lider palestino Yaser Arafat le permitió documentar tanto su vida pública como la privada. Se caracterizaba por dirigir su objetivo hacia escenas en las que pocos de sus colegas se fijaban. La detección de un cáncer en 2003 le hizo retirarse definitivamente.

Catherine LeroyCatherine Leroy (1945-2006) hizo lo mismo que su colega Demulder. Esta francesa afincada en Estados Unidos dejó sus estudios de pianista en 1966 y se marchó a Laos con una Leica M2 y ...90, 100 ó 150 dólares, según las fuentes. Un año después fue la primera persona en saltar en paracaídas junto a la 173ª División aerotransportada estadounidense en la operación de mayor duración de la guerra del Vietnam, la denominada Operación Junction City. Allí estuvo a punto de morir por un disparo de mortero. Son famosas sus imágenes tomadas con una cámara sin motor en las que el marine Vernon Wike comprueba la muerte de un compañero cuando intentan conquistar la Colina 881, cerca de la ciudad de Khe Sanh. En 1968, las fuerzas norcoreanas la apresaron durante la Ofensiva Tet. Se las arregló para ser liberada, además de traerse un buen puñado de fotografías de la vida en el campamento del Vietcong, imágenes desconocidas hasta esa fecha. Cubrió las guerras de Irak, Irán, Somalia,... Se caracterizó por su obsesión en hacer fotografías de primeros planos, lo que suponía estar siempre en primera línea. En 1976, fue la primera mujer que recibió el premio Robert Capa por la cobertura de las luchas callejeras en Beirut, al comienzo de la guerra civil del Líbano. Después de cubrir el asedio de Beirut en 1982, juró no fotografiar ninguna guerra más, dedicándose al cine documental, a escribir un libro y a diseñar ropa.

Christine SpenglerChristine Spengler (1945) es otra fotorreportera de guerra nacida en Francia y afincada en España. Se interesó por la fotografía en un viaje que realizó a África, acompañada de su hermano Eric, para superar la muerte de su padre. Eric era asistente de un fotógrafo. Christine utilizó la Nikon F de su hermano para fotografiar a unos guerrilleros de la etnia tubu, cuando disparaban a un helicoptero francés en el Chad. A partir de aquella primera fotografía, realizada en 1970, decidió dedicarse al fotorreporterismo de guerra. Cuando se encontraba fotografiando la guerra del Vietnam en 1973, recibió la noticia del suicidio de su hermano Eric. A partir de aquí, cubriría las guerras de Camboya, Nicaragua, El Salvador,... siempre en blanco y negro. Después de diez años, en 1983, realizó sus primeras fotografías en color: unos bodegones con los retratos de sus difuntos, exorcizando así su pena. A partir de aquí, mantuvo esta forma de expresión en su vertiente artística.

En 1984, iba a ser ejecutada por unos guerrilleros morabitos en la guerra del Líbano y fue liberada por el lider druso Walid Jumblatt en el último momento. Actualmente, compagina su labor fotográfica con la de escritora y conferenciante.

Letizia Battaglia (1935) es una fotorreportera que se ha "movido" en otra guerra. En 1971, separada y con tres hijas, se traslada a Milán. Desde allí mantenía su colaboración con el diario L´Ora, como reportera freelance. Como reclamo para vender más caros sus reportajes, comienza a ilustrar sus crónicas con fotografías realizadas por ella misma. Poco a poco, se pasa al fotoperiodismo. El mismo diario L´Ora le ofrece un puesto de jefa de fotografía en Palermo, sede de esta publicación y ciudad natal de Letizia. Durante las décadas de los setenta hasta los noventa, se dedicó a cubrir los homicidios que se producían en esta ciudad siciliana, causados en su gran mayoría por las luchas internas entre bandas mafiosas. A veces llegaba a cubrir hasta cinco homicidios diarios. Allí conoce a su segundo marido, Franco Zechin (1953), también fotorreportero de L´Ora. Fue tanto el volumen de negativos producido por su cámara, unas 600.000 imágenes, que muchos de ellos no se han llegado a editar, conservándose como pruebas de contacto. Quince años después, dos de estas fotografías, realizadas en 1979, sirvieron como prueba en el Maxi Proceso contra la Mafia, donde se acusaba a Giulio Andreotti de su relación con la Mafia siciliana, que permitió financiar el partido Demócrata Cristiano y acceder así al Gobierno de Italia. Las instantáneas fueron realizadas durante un mitín del partido en el complejo hotelero Zafarella. En ellas, aparecía Giulio Andreotti junto a Nino Salvo, miembro de la Mafia de Trapani.

Al margen de su labor como fotorreportera, Letizia también documentaba la vida cotidiana de Palermo, sus fiestas y sus ritos, como la celebración del día de los Santos, donde en Palermo tiene la misma relevancia que la Navidad. En 1985, alternó su labor fotográfica con la política. Formó parte de una coalición de partidos, conocida como la Rete y que fue responsable de la primavera palermitana entre los años 1985 a 1991, con un programa a largo plazo y claramente antimafioso. Una de sus hijas, Shobha (1954), ha heredado su pasión por el fotorreportaje como medio de vida.

El salto digital

Kodak encargó a Steve Sasson el diseño de una cámara fotográfica que no necesitara un revelado posterior. Steve utilizó diodos fotosensibles llamados photosites, para grabar la luz. El dispositivo tenía el tamaño de una tostadora, las imagenes se almacenaban en una cinta de cassete y el sensor tenía una resolución equivalente de 0,01 megapíxeles. El 12 de diciembre de 1975, Steve realizó la primera fotografía digital. Su captura había necesitado 23 segundos y fueron necesarios otros tantos para recuperar la imagen en una televisión. Este dispositivo no sobrepasó la fase de prototipo.

En 1981, Sony Corporation comercializó una cámara magnética de vídeo, Mavica (Magnetic Video Camera). Este dispositivo era capaz de almacenar imágenes fijas en un disco flexible de 2 pulgadas, valiéndose de un sensor CCD. El Charge Coupled Device (Dispositivo de carga acoplada) fue inventado por los físicos, George Smith y Willard Boyle el 17 de octubre de 1969 en los Laboratorios Bell. Este chip de acumuladores eléctricos permitía transferir las señales eléctricas de un acumulador a otro. El acierto de los diseñadores de Mavica fue incorporar a este chip un determinado número de células fotoelectricas o pixeles, encargadas de transformar la luz en electricidad y el CCD se encargaba de transformarla en una lectura binaria o digital.

Sin embargo, habría que esperar al año 1994 para que esta tecnología llegara al consumidor. Apple y Kodak se unieron para producir la QuickTake 100. Por su escasa memoria interna, necesitaba un ordenador Apple para poder visualizar las fotografías y borrarlas. Aún así podía almacenar 8 imágenes a 640 x 480 píxeles o bajar la resolución a 320 x 240 y lograr 32 fotografías.

En apenas dos décadas, la tecnología digital ha transformado el mundo de la fotografía tal y como la conocíamos. En la primera década de este siglo XXI, las cámaras de película fotográfica han sido desplazadas por las digitales. Las cámaras digitales han sido incorporadas a multitud de dispositivos electrónicos (teléfono móvil, cámara vídeo, etc.). Una imagen puede ser capturada por cualquier persona y en cualquier momento; puede ser difundida en menos de 24 horas y también puede ser manipulada con más facilidad. La profesión de fotorreportero nunca ha estado más en peligro. Cada vez son más frecuentes los videos de un teléfono móvil que muestran un desastre natural, al que los reporteros profesionales no habían llegado a tiempo. No obstante, el hecho de que cualquier persona pueda tomar una fotografía ofrece la posibilidad de una realidad más objetiva.

La facilidad de acceso a la fotografía ha posibilitado su globalización. La fotografía ha llegado a países donde no existía cultura fotográfica. Muchas mujeres se han apuntado a este "carro", destacando entre ellas las integrantes de Rawiya Photo Collective. Rawiya (ellas cuentan una historia) es un colectivo fundado en 2009 por cinco mujeres fotógrafas, que ahora son seis. Lo constituyen: Tamara Abdul Hadi, Laura Boushnak, Tanya Habjouwa, Dalia Khamissy, Newsha Tavakolian y Myriam Abdelaziz. Todas ellas han nacido en distintos países de Oriente Medio (Jordania, Líbano, Emiratos Árabes, Irán y Kuwait), excepto Myriam que es francesa de ascendencia egipcia. A pesar de su juventud, la mayoría de ellas ya han cubiertos guerras, conflictos y han trabajado para los medios gráficos más vendidos de Europa y Oriente Medio. La mayoría son sensibles a los problemas que le rodean y han documentado tanto la situación de la mujer en Oriente Medio, como la vida de los transexuales en Jerusalem, o la situación de los adictos a la heroína tras la ocupación del Líbano. Con sus imágenes persiguen romper con los estereotipos del mundo árabe ante el mundo occidental y denunciar su situación actual.

La fotografía tiene la ventaja de capturar ese instante crucial, que pasaría desapercibido en una imagen en movimiento. Muchos de esos instantes hacen historia y por ello, la fotografía siempre estará presente en el transcurrir de los años. Independientemente del soporte o el dispositivo utilizado en el futuro, siempre habrá una mujer detrás de la cámara.

     
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